Cuando hablamos de los mecanismos de defensa que los animales marinos adoptan para evitar ser devorados, lo normal es pensar en espinas puntiagudas, camuflaje o veneno. Sin embargo, hay una clase de zooplancton que emplea una defensa muy especial: la luz. La oceanógrafa Helen Czerski explica cómo funciona este ingenioso método. La luz proviene de un compuesto químico emitido por unos diminutos crustáceos llamados ostrácodos que forman parte del zooplancton. Los ostrácodos son una presa más que aceptable para los peces cardenales que viven en las profundidades (unos parientes de los populares neones de los acuarios domésticos). Al verter una jarra llena de ostrácodos en el acuario donde están los peces cardenales, estos inmediatamente intentan devorarlos. Sin embargo, apenas tragan el ostrácodo lo escupen en un espectacular chorro de líquido luminiscente que parece un hechizo subacuático. El líquido no proviene del pez. Es el método de defensa del ostrácodo. Al ser atacado, el crustáceo libera una sustancia que emite una potente luz. La sustancia en sí no es tóxica para el pez, pero si la traga, su cuerpo brillará como un farolillo durante un tiempo, lo que lo hará visible a sus propios depredadores naturales. Por pura precaución, el pez cardenal escupe el ostrácodo que acaba de intentar comerse y se retira a un lugar más oscuro para evitar ser detectado.
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